Cuándo empecé a trabajar hace ya de ello un montón de años, iba con el autobús del Martí. Como vivía en la "Creu Alta", bajaba el transporte ya prácticamente lleno de Ca N'Oriac, y era bastante normal en aquellos tiempos ir en la parte de atrás del autobús, cogido a la barra y el cuerpo medio dentro medio afuera pues el cobrador no cerraba la puerta, entre otras cuestiones porque no podía; el desayuno en una mano, envuelto con papel de la Vanguardia y la otra mano cogida en la barra, y así íbamos al trabajo casi cada día por la mañana.
Esto que es impensable a día de hoy para ir al trabajo, en cambio lo hemos trasladado a viajar por ocio y en los aeropuertos, cosas de la socialización de la aviación. Es enorme la cantidad de gente que viaja de un lugar a otro cada día y no sólo los meses de verano, con la aparición de los vuelos baratos, y no van colgados de la barra como en el autobús porque no se posible que si no aún lo veríamos en días punta. Este cambio que se ha producido en los últimos años ha trastocado muchas pautas de comportamiento social a la hora de viajar y ha saturado nuestros aeropuertos a pesar del aumento de capacidad operativa de los de Reus y Girona, sobre todo éste último que ha experimentado un crecimiento espectacular. 

Todo este cambio ha provocado que la saturación llegue al punto que el personal viajero se mueve y es tratado casi como si de transporte de ganado se tratara, y no sólo si viajan en Ryanair. Pero que quieres, que puedes exigir si te vas a Praga en chancletas y por 30€. Viajar en avión, antes, era cosa de privilegiados u ocasional en los demás mortales y todo iba dentro de unas pautas tranquilas y organizadas, pero actualmente con una gente que quiere que todo funcione cómo un reloj, que es incapaz de entender que con tanto movimiento es normal y lógico que haya esperas, retrasos, pérdida de maletas, etc, resulta de que todo son quejas y lamentos. 

Cualquier día de verano si vais al Aeropuerto del Prat, fijaros en la cantidad de gente que se traslada a una multitud de sitios del planeta, la de vuelos que salen y llegan uno tras otro, y entenderéis que mover tanta gente es complejo y cualquier pequeño incidente lo altera todo. A finales de septiembre hace ya siete años fuimos Marraquech - fuera de temporada pues - Pues bien, la cola de aviones para salir un viernes por la tarde del aeropuerto del Prat era enorme, los conté, teníamos doce delante y ocho detrás. 

Aunque a menudo y normalmente con razón se acusa a la Administración de falta de previsión, se tiene que reconocer honestamente que este aumento del movimiento del personal por la imprevista aparición de los vuelos baratos no se podía prever de ninguna de las maneras y cuando se puso hilo a la aguja, ya se iba por detrás del problema, todo y que con la ampliación del Aeropuerto del Prat parece que estas carencias estructurales han quedado resueltas.

Otro aspecto curioso y que me gusta, es cuando espero a alguien a llegadas, porque es como una especie de experimento sociológico ver a la gente que va saliendo por el pasadizo de la fama efímera como yo le llamo. Si os fijáis, la mayoría de la gente sale sonriente buscando con la mirada quién los está esperando, bastantes hablante o haciendo ver que hablan por el móvil y lo que os decía, la gran mayoría sonriente, quiere decir pues que la gente que viaja, debe ser feliz, o al menos lo parece. Mi sobrina que decía que de mayor quería ser turista lo debió decir por eso.

Otra cuestión curiosa es cómo se abrazan y besuquean gente que en la mayoría de los casos hace ocho o diez días que no se ven, como si hiciera meses, y que a lo mejor el resto del año y con lapsos de separación mucho mayores no se dicen nada. También me he fijado en que se ve muy poca gente obesa, lo cual quiere decir que los obesos, o no viajan, o bien no hay tantos como dicen a menudo que hay. Toda esta revolución social y de ocio que han significado los vuelos baratos ha sido un cambio, pienso que para bien, para que la gente pueda conocer otros lugares y culturas a un precio asequible y comprender y entender muchas otras formas de vivir, que siempre va bien. Fijémonos que sin ir muy atrás en el tiempo, cincuenta años atrás mucha gente casi nunca salía de su pueblo o ciudad salvo casos muy puntuales, y este enrrocamiento en el entorno propio propiciaba el desconocimiento que genera desconfianza hacia todo aquello que desconocemos. Ahora nos faltaría seguramente aprender a viajar, a no cambiar el culo de lugar y conocer la realidad de los lugares donde vamos, fuera del entorno turístico que es casi igual por todas partes. Tiempo al tiempo.