Hay un escritor francés no demasiado conocido, Pierre Boulle, pero que os sonará enseguida en deciros que es el autor de las novelas "El Puente sobre el rio Kwai" y "El planeta de los simios", llevadas las dos al cine y en más de una ocasión la segunda. La novela de "El planeta de los simios" valdría la pena leerla o releerla, pués a pesar de ser la idea básica la misma en la película, los simios son la raza dominante y los hombres sus esclavos, el enfoque que le da Boulle es mucho más interesante y preocupante a la vez que el de la película.

Los humanos consiguen incorporar a los simios a su vida para que les hagan todas sus tareas, desde trabajar, hasta limpiar la casa, conducir, ir a comprar etc. Que sucede, pues que caen en una indigente indolencia que les hace ir abandonado su superioridad sobre los simios, que se dejan ir, vaya, hasta que éstos se dan cuenta y es cuando se sublevan y se apoderan de este mundo decadente y débil en lo que se instalan, echando a sus antiguos amos. Los simios no evolucionan sin embargo, en la novela el nivel de civilización es más o menos el de los años sesenta, o sea, los simios tienen aviones, autobuses, coches, motos, viven en pisos o casas, trabajan, llevan a sus hijos en la escuela, hace deporte etc. ¡Vaya! que hacen la misma vida que hacían a los humanos antes de abandonarse en su laxitud inconsciente. Y esto que los simios hacen de no evolucionar, forzados por su falta de capacidad evolutiva quizás tendríamos que empezar a hacerlo nosotros como sociedad pero de una manera consciente. Me refiero a dejar de evolucionar tecnológicamente, es más en algunos aspectos tendríamos que ser capaces de retroceder.

Pondré algunos ejemplos: es una incongruencia fabricar automóviles y motos que pueden coger los 200 km. por hora y más, si no se puede pasar de 120 km. por ley, o a 110 a partir del 7 de marzo. Para ir a esta velocidad sea en ciudad, carretera o autopista no hacen falta pues ni 4X4 ni vehículos de gran cilindrada, con 90 caballos hay de sobra. Tampoco es absolutamente necesario el aire acondicionado en los automóviles, casas particulares, despachos, bancos y todo tipo de establecimientos públicos o de venta al público, y sobre todo menos aún en el cine, sudar no es insano y pasar un poco de frío en invierno tampoco, y sin exagerar enfriar o calentar representa un elevadísimo coste energético.
No es necesario para viajar o para ir de vacaciones, coger un avión y menos aún los centenares de miles que sobrevuelan la tierra cada día durante todo el año, de viejo que la gente siempre ha viajado y no había en absoluto aviones. Tampoco es necesario embotellar con plástico las bebidas (no hace tantos años que la botella de Cola era de cristal) y no hablemos ya de las bolsas de plástico que usamos para ir a comprar desde el pan, a dos tetrabriks al panadero o al súper (por cierto que el tetrabrik es el peor invento de la historia de la humanidad). 


Hay una cosa muy antigua que se dice andar, y resulta que como yendo a paso normal se hacen unos 5 kilómetros por hora, quiere decir que muchas de las distancias que tenemos que recurrir en ciudades medias o grandes, normalmente no es mucho más y sino también hay otro invento que se llama metro, autobús, o ahora se han sacado de la manga el bicing.

Deberíamos también organizarnos mejor a la hora de la comida para no malbaratar tanto (canalones y croquetas vienen del aprovechamiento de sobrantes del día anterior). Supongo hay muchas más acciones que se podrían hacer para ahorrar energías y productos contaminantes y creo es importante y ya urgente hacerlo. Todos los países que están en vías de desarrollo en Asia si continúan creciendo al ritmo desaforado actual, sobre todo la China y la India, harán la situación totalmente insostenible.

Obviamente lo primero que quieren los trabajadores a la que se empiezan a ganar la vida es llevar nuestro ritmo de vida, y tanto despilfarro inconsciente no lo podremos aguantar. No soy excesivamente ecologista ni activista en este sentido, pero creo sinceramente que por sentido común, tendríamos que empezar a actuar en conciencia en el sentido que he explicado y en otros aspectos. Ahora todavía estamos a tiempo, no sea que después nos vengan las prisas o sea ya demasiado tarde.