Decir que el desencanto del mundo nos abruma es decir aún demasiado poco. En materia de «cosa política», lo entendamos como lo entendamos, las realidades han sido a menudo escabrosas y hace mucho tiempo que nos lamentamos, que nos indignamos, que protestamos, que condenamos y resistimos. Que la política es maléfica, que arrastra con ella todo un desfile de prácticas dañinas, implacables y perversas, es una queja tan vieja como la política misma, una queja tan vieja como el mundo. La política es el campo de las relaciones de fuerza. La pasión del poder corrompe. El arte de gobernar es el de engañar a los hombres. El arte de ser gobernado el de aprender la sumisión, que va de la obediencia forzada al encantamiento de la servidumbre voluntaria. Nadie ignora estas banalidades, y no por ello existen en menor medida. - Myriam Revault d'Allonnes - «La pasión del poder corrompe»